A mi juicio, la siguiente historia, ilustra bastante bien lo que trato de transmitir… supongo que, la mayoría de vosotros conoceréis el cuento de “Caperucita Roja”. Seguramente, os lo habrán contado de pequeños. Pues bien, hoy yo quiero contaros otra de las versiones del cuento: “La historia del lobo”. Espero que os guste…
“El bosque era mi hogar. Vivía allí desde que nací y le tenía mucho cariño a ese lugar, por ese motivo, trataba siempre de mantenerlo cuidado y limpio. Me encantaban las flores silvestres y los nuevos brotes verdes de los árboles.
Un día soleado, mientras estaba limpiando los restos de basura que unos turistas irresponsables habían dejado en un claro del bosque, escuché unos pasos. Como podía tratarse de algún peligro, corrí a esconderme detrás de un árbol. Entonces vi a una pequeña niña bajando por el sendero. Llevaba una cesta de mimbre colgada en uno de sus brazos y cortaba las flores y hojas tiernas que a su paso encontrába.
No puedo asegurar porqué, quizás por esa actitud, tal vez porque iba vestida de una forma rara (toda de rojo y con la cabeza cubierta, como si no quisiera que nadie supiera quien era ella). El caso es que desconfié de aquella niña… Así que, la detuve y le pregunté quien era, de donde venía y a dónde iba con todo eso. Me contó una extraña historia acerca de su abuelita y la cesta con el almuerzo que le llevaba.
Me pareció que decía la verdad, pero estaba en mi adorado bosque, cortando mis flores y brotes tiernos. Y, además, me pareció sospechoso que fuera con esa ropa. Por lo que decidí enseñarle que no estaba bien andar por el bosque ocultando el rostro y cortando flores y brotes verdes. Así que, la dejé irse y tomé un atajo para llegar antes que ella a la casa de la abuelita. Cuando vi a esa amable viejecita, le comenté mi plan y ella estuvo de acuerdo conmigo en que su nieta necesitaba un escarmiento. Quedamos en que no se dejaría ver hasta que yo la avisara y, por ese motivo, se escondió debajo de la cama.
Cuando llegó la niña y abrió la puerta, la dije que pasara al dormitorio, donde me había acostado, vestida con la ropa de la abuelita. La niña entró acalorada y al verme dijo algo acerca de mis “enormes orejas”. Ya me habían insultado antes con eso… así que respondí que mis “enormes orejas” me ayudarían a escucharla mejor. Mi intención era demostrarle que ella me agradaba y, por eso, quería mostrar mucha atención a lo que me decía. Pero, entonces, ella hizo otro comentario desagradable sobre mis “ojos saltones”. Imaginaos como me sentí hacia esa pequeña que, bajo una apariencia inocente, escondía a una persona muy agresiva y desagradable. Pese a todo, traté de controlar mi enfado, contestando que mis ojos grandes me ayudaban a verla mejor. Su siguiente insulto, me tocó la moral. Siempre he sentido un poco de complejo hacia mis dientes y la niña se burló de ellos, indicando lo grandes que eran. Sé que debería haberme controlado, pero no lo hice. Salté de la cama y le aullé que mis dientes eran para “comerla mejor”.
Decidí quitarme ese ridículo disfraz y eso agravó más la situación.
De pronto, la puerta cayó y apareció el guardabosques con un hacha en la mano. Para evitar problemas, salí corriendo por una ventana que estaba abierta.
Me gustaría que ahí hubiese acabado la historia, pero la abuelita nunca contó mi versión de lo ocurrido y se corrió la voz de que yo era peligroso y la gente comenzó a evitarme… No sé que pasó con esa niña de extravagante ropa roja, pero les diré algo sobre mi… desde aquel día no volví a vivir tranquilo, ni a ser feliz…”
Moraleja:
No juzgues ni saques conclusiones sin conocer todas las versiones acerca de una historia
Intenta ponerte en el lugar de la otra persona, eso te ayudará a entender su comportamiento, independientemente de si estás o no de acuerdo con el mismo
Cuestionate la forma en la que contemplas una situación antes de descartar otras perspectivas de la misma
Se consciente de que, la mayoría de las veces, existe más de una “verdad”
No hables mal de nadie a sus espaldas, sin dar al otro la oportunidad de contar su versión