Son tiempos difíciles y llenos de cambios. Necesitamos aprender a convivir con la incertidumbre.
Los acontecimientos sucedidos durante los últimos meses, a nivel mundial, a raíz de la aparición del COVID-19, han supuesto un “antes y un después” en nuestras vidas. Afectándonos en hábitos y costumbres, relaciones sociales, condiciones familiares y económicas, trabajo y estudios, ocio, etc.
Nuestra seguridad y libertad se están viendo cada vez, más amenazadas y sujetas a continuas variaciones. Lo provoca que vivamos en un estado, casi permanente, de ansiedad y de estrés.
Esta incertidumbre a la que estamos sometidos, se ha convertido en una nueva forma de vida y no nos queda otra que lograr adaptarnos y aprender a vivir con ella.
Ahora bien, aunque a la mayoría “nos ha descolocado esta situación”, no a todos nos está afectando de la misma manera.
Externamente, sabemos que hay gente a la que, desgraciadamente, le ha tocado “más de cerca” y se ha visto o está viendo mucho más perjudicada que el resto.
Internamente, pasa igual, hay personas que toleran mejor la incertidumbre que otras, en función de sus creencias, expectativas, rasgos de personalidad, situación familiar, económica, laboral, social, etc.
A medida que va transcurriendo el tiempo sin que aparezca una solución, va resultando más obvio la necesidad de aprender a convivir con el virus y la incertidumbre asociada al mismo.
¿Cómo podemos aprender a convivir con el virus y la incertidumbre?
Convendría aprender a sobrellevar y adaptarse, en la medida de lo posible, a esta situación para evitar que acabe perjudicándonos psicológicamente, o para que lo haga lo menos posible. En este artículo, os propongo una serie de reflexiones y recomendaciones a tener en cuenta.
1. NO TRATES DE CONTROLAR LO INCONTROLABLE
Por mucho miedo que nos dé o incomode, no podemos cambiar ni controlar lo que está pasando. Ni depende de nosotros que el virus desaparezca. No existe tratamiento efectivo a día de hoy, ni sabemos cuándo llegará ese momento.
Tampoco podemos parar nuestra vida hasta encontrar una solución, que no sabemos ni cuándo ni cómo llegará. Necesitamos, por tanto, seguir viviendo y hacerlo de la mejor manera posible.
Sería bueno para ello,aprender a tolerar y aceptar la incertidumbre como parte de la vida y tratar de adaptarnos a vivir bajo ella.
Si lo pensamos bien, el mundo, desde antes de esta pandemia, era y continua siendo, un lugar lleno de peligros y riesgos, con los que hemos aprendido a convivir, aunque no acostumbremos a pensarlo.
Según las estadísticas, todos los días mueren millones de personas, en todo el mundo, a causa de diferentes factores: accidentes de tráfico, domésticos, intoxicaciones, ahogamientos, enfermedades de transmisión sexual, etc. No obstante, seguimos haciendo todas estas cosas.
Aunque lo hagamos tomando una serie de precauciones para minimizar esos riesgos, eso no nos garantiza que no pueda pasarnos algo de todo esto.
Pero dejar de hacerlas porque todos los días mueran o se vean afectadas millones de personas como consecuencia de ello, nos parecería impensable.
¿Por qué no aplicamos entonces la misma lógica al COVID-19? ¿Y nos empeñamos de repente en controlar lo incontrolable, hasta el punto de vivir prácticamente encerrados en nuestras casas a la espera de que aparezca la ansiada cura?
2. PROCURA LLEVAR UNA VIDA LO MÁS NORMAL POSIBLE
Aunque las leyes han ido cambiando y cada vez estamos sometidos a más restricciones, que no nos queda otro remedio que cumplir. Eso no quita que tratemos de llevar una vida lo más normal posible, dentro de esta nueva situación.
Es cierto que el riesgo está ahí, pero no sabemos cuánto tiempo va a durar, por lo que conviene aprender a vivir con esta incertidumbre de que nos rodea y entender que es algo que forma parte de la vida.
A la larga, puede resultar perjudicial que no salgamos casi de casa, ni vayamos de vacaciones, no quedemos con nadie, o no acudamos a ningún bar, dejemos de llevar a los niños al colegio o a jugar al parque, por miedo a la pandemia. Siempre y cuando, por supuesto, todo ello esté permitido legalmente.
La idea tampoco es vivir como si no pasase nada. Hay que tener en cuenta que el virus sigue estando ahí y tomar las precauciones adecuadas para evitar el contagio, al igual que hacemos con el resto de los riesgos que existen.
He puesto antes el ejemplo de los accidentes de tráfico. La solución no es que los coches desaparezcan porque son peligrosos y todos los días mueren a causa de ello un montón de personas, ya que, eso nos traería otra serie de problemas y hoy por hoy, resultaría inviable.
Pero si, utilizarlos con precaución, poniéndose el cinturón de seguridad, no excediendo el límite de velocidad recomendado, no hallarse bajo el efecto de sustancias ni alcohol si se va a conducir, etc.
3. VALORA LAS CONSECUENCIAS DE TODO LO QUE ESTÁS DEJANDO DE HACER POR MIEDO
Por otro lado, tenemos que tener en cuenta los riesgos que supone para nuestra salud física y psicológica el dejar de hacer cosas, o el aislarnos de los demás.
Para disfrutar de una buena salud y calidad de vida, es recomendable la práctica habitual de ejercicio físico y las actividades al aire libre.
Por ejemplo, para que nuestro organismo sintetice Vitamina D, necesitamos una dosis diaria de rayos solares. Y sabemos que una vida sedentaria está asociada con el desarrollo de múltiples enfermedades y dolencias.
Tampoco es bueno vivir con miedo o estrés. Ello provoca cambios hormonales y acaba pasándonos factura. Por no hablar del impacto que tiene todo esto en nuestro bienestar y salud psicológica, que acaba afectándonos también físicamente.
Además, necesitamos relacionarnos con nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc. El ser humano es social por naturaleza y está demostrado que, la falta de relaciones sociales y el aislamiento provocan a la larga enfermedades y graves problemas para la salud, no solo psicológica, sino física también.
4. CUIDADO CON LA “SOBREINFORMACIÓN”
Otro factor que tampoco ayuda nada es, estar continuamente pendiente de las noticias relacionadas con el tema. ¿Para que hacemos ésto?
Como he comentado, la crisis sanitaria que estamos viviendo desde la aparición del COVID-19 y todas las consecuencias asociadas a ella, nos genera una elevada sensación de incertidumbre que nos cuesta tolerar, por lo tanto, intentamos reducirla accediendo a la máxima cantidad de información posible, porque pensamos que de esta manera conseguiremos controlar la situación.
Sin embargo, ya hemos visto que hay situaciones que, desgraciadamente, no podemos controlar y cuando esto sucede, lo único que podemos hacer es aprender a vivir con esa incertidumbre.
No se trata de que no estemos al día de la situación y de las diferentes medidas que se vayan estableciendo, puesto que, hasta cierto punto es necesario, pero es conveniente establecer un límite.
Es importante saber que, cuando prestamos demasiada atención a un tema, sea el que sea, acabamos magnificándolo e interpretándolo como mucho más amenazante y probable de lo que realmente es. Y, además, descuidamos otros factores de nuestra vida y funcionamiento diario que también requieren nuestra atención.
Por lo tanto, es bueno, a veces, tratar de relativizar y poner el foco en otras cosas. Eso no significa, como digo, olvidarnos del peligro, pero si encontrar una especie de equilibrio y darle importancia en su justa medida. Intentando que cause la menor interferencia en nuestra vida, salud y bienestar. Y en el de los demás. Pero sin llegar a obsesionarnos.